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"El COVID y el perfeccionismo: una pésima combinación"

¿Así que empezaste la cuarentena con las mejores intenciones de “aprovechar el tiempo que siempre quisiste tener” de la mejor manera posible?

¿Hiciste tu tabla de Excel con actividades productivas para ti y educativas para tus hijos, mezclando tiempo de descanso y de esparcimiento en familia, quizá jugando juegos de mesa en los que todos se diviertan, convivan y se conozcan mejor?

¿Decidiste que era muy buen momento para arreglar los clósets, hacer limpieza profunda, ordenar la despensa y deshacerte de todo lo que has acumulado en la bodega pensando que algún día serviría de algo?

¿Te propusiste leer al menos un libro a la semana, aprender a tocar un instrumento, terminar la novela que empezaste a escribir o bajar los kilitos de más que te vienen molestando hace algún tiempo?

Pues bienvenido a la semana 5, 6 o 7 de la cuarentena… dependiendo de cuándo empezaste a encerrarte. ¿Cuántas de esas cosas has logrado?

Pues bien… si eres un perfeccionista y no has logrado todas o ninguna, es probable que hoy en día te sientas frustrado, enojado, deprimido, ansioso o una mezcla de todas las anteriores. Y ni siquiera por el COVID, o por la incertidumbre económica ni el riesgo sanitario, sino por el simple hecho de que consideras que has perdido tu tiempo y has sido un completo ineficaz.

El problema con los perfeccionistas, es que tienden a basar su autoestima y su autoconcepto en su desempeño y en su productividad. Tienen muy altos, incluso inalcanzables estándares de desempeño, lo que implica que vivan en una constante frustración por no poder alcanzarlos. Además, tienden también a tener y mantener estos mismos estándares en cuanto a la conducta de aquellos que los rodean: en este caso, sus hijos, sus parejas y/o aquellos con los que están encuarentenados.

Quizá estas personas habían ya encontrado una manera de balancear sus expectativas de perfección con un mundo que dista de serlo, pero de pronto… y literalmente de pronto, el mundo se volteó de cabeza… y la mayoría de los perfeccionistas han mantenido los mismos estándares que tenían antes, habiendo perdido la gran mayoría de los escenarios en donde tan bien se habían adaptado (el trabajo, la escuela, etc)… generando escenarios muy poco agradables para ellos y para las personas que los rodean, sin que éstos puedan evitarlo.

Mi compañera y amiga Nicole Fuentes retomó hace poco en un ensayo, un Tweet que decía:

“Si no sales de esta cuarentena con una novela escrita, un sueño completado o tu casa ordenada, en realidad nunca te faltó tiempo, sino disciplina”.

Sin duda que quien publicó esto le está dando voz a una gran cantidad de perfeccionistas que siguen manteniendo sus mismos niveles de exigencia y que están fallando miserablemente en alcanzarlos.

Y es que, aunque la auto disciplina es, en efecto una excelente cualidad para tener, que te permite lograr muchas cosas e incluso sobresalir en otras… hay algo que no podemos dejar de tomar en cuenta… no estamos de vacaciones.

No decidimos tomarnos un tiempo libre de la vida y del mundo para poder concluir los proyectos libres de distracciones. No. Fuimos confinados y restringidos por circunstancias absolutamente ajenas a nuestro control… y de un día para otro.

En otras circunstancias, de haber sabido que habría que hacer un cambio tan radical en nuestras circunstancias de vida, nuestros queridos perfeccionistas se habrían tomado de 8 a 10 meses para planearlo y para dejarlo todo completamente organizado.

Hubieran contratado servicios, adquirido los aparatos de comunicación y video necesarios, hubieran modificado sus planes de traslado o de festividades u ocasiones especiales y le hubieran avisado con tiempo a sus invitados, hubieran tenido estrategias planeadas sobre qué hacer con sus hijos y algunos con sus empleados domésticos; hubieran preparado espacios específicos en sus hogares para trabajar, para convivir, para estudiar; en fin. Pero no hubo tal tiempo… esa planeación no se pudo llevar a cabo… el mundo cambió sin previo aviso… lo que llevó a la mayoría de los perfeccionistas a enfrentarse con su peor pesadilla: el descontrol.

Y pues dado lo anterior, los perfeccionistas, como el resto de nosotros, han recurrido a sus zonas de confort y sus hábitos comunes para poder lidiar con esta crisis, solo que en su caso, se trata de continuar con sus esfuerzos de perfección y de control absoluto, incluso cuando las circunstancias para lograrlo son más que adversas.

En un mundo en el que hemos perdido completo control de docenas de cosas al mismo tiempo: nuestra libertad de desplazamiento, nuestro trabajo o el lugar del mismo, nuestro tiempo a solas, nuestro espacio para hacer ejercicio, yoga o pilates, los abrazos de nuestros familiares y amigos más cercanos, nuestros viajes, bodas, lunas de miel, primeras comuniones, etc… los perfeccionistas hacen intentos desesperados por crearse la ilusión de control a través de ordenar sus clósets, o de tener milimétricamente planeadas y estructuradas las agendas diarias de sus hijos.

Y el problema más importante ni siquiera es que los perfeccionistas o quienes conviven con ellos, se la vayan a pasar frustrados durante la cuarentena, vamos ni siquiera que sufran un rato de burnout por acumulación de frustración; el verdadero problema de continuar con estos estándares de exigencia a pesar de las circunstancias, implican las consecuencias a largo plazo; el adherirse rígidamente a estándares escrupulosos pre-pandémicos, puede llevar a problemas de depresión y/o ansiedad que duren mucho más que la cuarentena.

Una de las maneras en las cuales las personas con altísimos estándares de desempeño manejan sus necesidades es a través de publicar en las redes sociales. ¿Te has encontrado con que al parecer toda la demás gente está pasando una mucho mejor cuarentena que tú? Todos parecen cocinar mejor que tú, sus hijos están haciendo los deberes de la escuela puntuales y disciplinados, la relación con sus parejas está en un gran momento gracias a que están disfrutando de mucho tiempo juntos, sus casas están impecables y han encontrado maneras creativas de pasar el tiempo juntos en familia.

Bueno… a eso se le llama “efecto Facebook” y es equivalente a que te sientes a ver un álbum familiar… en el que te garantizo que lo único que verás son sonrisas, abrazos y viajes. La ventana de las redes sociales es solo una visión parcial de aquello que queremos dejar ver de nuestras vidas, no es una muestra de la realidad de la vida de nadie.

Y esto sucede especialmente en el caso de los perfeccionistas, en el que gran parte de su necesidad de perfección radica también en que los demás lo vean; no porque quieran pintar una imagen falsa de sí mismos, sino porque necesitan una constante reafirmación social de su autoexigencia y altos estándares de desempeño… incluso aunque detrás de estas imágenes haya una gran cantidad de sacrificio, dolor, ansiedad y peleas.

Esto por supuesto provoca que, además de la dificultad que representa para ellos, algunos de los perfeccionistas que existen en el mundo nos hagan sentir al resto de los mortales como un absoluto fracaso. A pesar de saber que lo que vemos en las redes es una “realidad” embelesada y cuidadosamente planeada, a veces no podemos detenernos de sentir envidia y resentimiento. ¿Por qué yo no puedo hacer un pastel así? ¿Cómo es que yo con trabajos estoy logrando bañarme todos los días, evitar perder mi trabajo y mantener a mis niños vivos y sanos mientras los demás están aprovechando la cuarentena para componer su siguiente sinfonía?

OK. Si te has identificado con algo de lo que he dicho hasta ahora, quizá te estés preguntando cómo puedes hacerlo mejor. ¿Cómo te ahorras toneladas de ansiedad y un posible burnout; además de peleas constantes con las personas con las que aún te falta más de un mes de convivencia?

La verdad es que no hay recetas definitivas de cómo vivir esta cuarentena. Es una situación tan novedosa y diferente que los “expertos” en realidad no tenemos investigaciones que nos den mucha luz en el asunto.

Pero sí puedo darles algunas claves que estoy bastante seguro que funcionan son: flexibilidad, adaptabilidad, paciencia, tolerancia y autocompasión.

El poeta norteamericano Robert Frost escribió: A veces la única manera de llegar al otro lado es atravesando.

En esta ocasión no hay atajos, no hay caminos más sencillos ni hay privilegios, todos tenemos que pasar por este pantano… y nos toca encontrar a cada uno la mejor manera de hacerlo.

Para aumentar tu resiliencia y tu flexibilidad, empieza por detectar tus “deberías”. Esos pensamientos autoritarios y rígidos que tienes acerca de cómo las cosas deberían o tendrían de ser.

  • Tengo que estar de buen humor todo el tiempo

  • Tengo que aprovechar este tiempo para terminar mi tesis

  • Mis hijos tienen que cumplir con todas las exigencias escolares y mantener excelentes calificaciones

  • Tengo que hacer ejercicio, hacer dieta, trabajar ochos horas, pasar tiempo con mis hijos, además de tener tiempo de esparcimiento y recreo productivo todos los días. Etc

Una vez hecho esto, intenta cambiar estos “debo” o “tengo que” por la palabra “me gustaría o estaría bien” … pero si no es así, tampoco es grave.

Y entonces quedan frases tales como: “Me gustaría estar de buen humor la mayor parte del tiempo y la mayor parte de los días… pero si no es así, también está bien”.

Hay mucha belleza y bondad en aceptar esta imperfección y flexibilidad, aunque se necesita de valor para hacerlo.

Además de poder del “me gustaría”, otra estrategia que probablemente pueda ayudarte mucho es la de alejarte del concepto de perfección y más bien adoptar el del “suficientemente bueno”. En lugar de buscar que todo esté “como debe de ser” o más bien “como yo creo que todo debe de ser”, pregúntate si esto es “suficientemente bueno”, y con eso anótate una palomita y continúa con lo que sigue. Puedes aplicarlo a la limpieza de tu casa, al orden de las cosas, las relaciones interpersonales, etc.

Si tú eres más bien una de esas personas que vive con un perfeccionista, trata de resistir el adherirte a sus estándares o de pelearte con ellos por eso. En lugar de eso, intenta expresar empatía y comprensión por lo difícil que debe de ser estar en el lugar de un perfeccionista, y recuérdales que su valía y tu aprecio por ellos no dependen de su éxito o de su desempeño, sino en quienes son. Que tú los quieres por lo que son, y no por lo “perfecta madre” “perfecto padre” “perfecta pareja” “perfecto hijo” “perfecto hermano”, etc. que son.

También puedes ayudarles preguntándoles: ¿si las cosas no pueden ser como te gustarían en estos momentos… cuál es el estándar mínimo que sería suficiente para ti?

El perfeccionista está viviendo un reto muy fuerte en esta situación. Me atrevería a decir que son una de las “poblaciones en riesgo” más importantes en términos de salud mental de la actual contingencia.

Por lo que les hago un llamado… una invitación a cuidarse y protegerse. Así como todos estamos realizando conductas para proteger nuestra salud física tales como lavarnos las manos, usar tapabocas y mantener una sana distancia; busquemos también realizar acciones y decisiones que nos ayuden a proteger nuestra salud mental tales como practicar la auto compasión, la tolerancia, la flexibilidad y la aceptación de la propia falibilidad.

A veces la única manera de llegar al otro lado es atravesando.

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